miércoles, 29 de junio de 2011

Es tiempo de verano, es tiempo de Godello.


Con la inminente irrupción estival se abre el siempre eterno y a todas luces polémico debate, de cuál es el vino a elegir para disfrutar de esas típicas veladas veraniegas tan característica de España y de la cada vez más amplia, ésta nuestra aldea global. 

Por medio de estas humildes líneas a modo de reflexión, pero siempre fundamentadas en criterios de tendencias, dinámicas de mercado y evolución de gustos y valores pretendo, y nada más que eso, realizar un simple análisis de la evolución de los vinos blancos españoles concretando, si me lo permiten, en los gallegos y haciendo clara alusión a lo que más cerca me toca, el godello de Valdeorras.

El calor cambia nuestras tendencias gastronómicas de forma muy marcada. Tan acentuada llega a ser esta permuta que nuestra relación hacia el consumo de ciertos alimentos llega a recaer incluso en el destierro y olvido de los mismos hasta épocas consideradas como más proclives hacia el apetito de estos.

En el mundo del vino, como maridaje aliñador de nuestra gastronomía, no ocurre lo mismo. Se hace dificultoso para un gran número de consumidores la alteración de la costumbre y disfrute de este importante condimento que transfiere a su degustador un universo de sensaciones aditivas a su goce.

Y es que no es baladí la famosa expresión “el mejor vino blanco es un tinto”. Dando gracias por su cada vez menor frecuencia de uso, no se puede ni se debe obviar que a día hoy todavía se usa con bastante asiduidad.

Es una realidad que en España durante años se ha trabajado, se trabaja y a buen seguro se trabajará, en el marco de unos de los mejores vinos tintos del mundo. Hecho que otorga prestigio pero, que a su vez, genera una barrera a efectos y tendencia de consumo hacía nuevos caldos, ya sea en aspectos de variedad, marca o tipología.

En este entorno se mueven los vinos blancos españoles. Entre ellos la variedad típica y autóctona de Valdeorras, el godello.

Todavía es frecuente acompañar platos de características livianas y frescas con vinos espesos que, aunque de enorme calidad y prestigio, funcionan a forma de encubridor de la esencia del sabor del plato. Sin obviar el gran problema que supone lograr la temperatura adecuada de un tinto en época de calor, que tal vez por exceso o déficit de frío, hace perder ese elemento mágico,  sello identificador del vino.

A nadie le cabe duda alguna que los tintos españoles se hallan en el Olimpo de los vinos, pero no podemos olvidar la importancia de nuestros blancos, que como el mercado internacional afirma, y sin pretender caer en la arbitrariedad, se hallan entre los mejores blancos del mundo.

Hoy hace más de 20 años que unas denominaciones de origen pioneras, entre ellas las gentes de Valdeorras, pusieron todo su trabajo, ilusión y esfuerzo en recuperar la pasión del vino blanco en España. Tras un arduo camino de trabajo duro, cuidado mimo y buen saber hacer, se ha conseguido aunar tradición y modernidad para que los blancos españoles, y muy especialmente los gallegos, se hallen en la “cumbre” del universo del vino actual.

Los caldos blancos españoles a día de hoy se caracterizan por una personalidad propia, fruto de la evolución tecnológica aplicada al cultivo tradicional de las variedades autóctonas, siendo capaces de transmitir la máxima expresión del “terroir” característico de nuestra rica geografía. Son capaces de llenar en boca como un tinto, ofreciendo una gran profundidad, largura y similar intensidad y que además, y como sello característico de los grandes vinos, son capaces de desarrollarse en botella, mejorando con el paso del tiempo.

A los asiduos a este blog, ¿qué contarles acerca del marco en el que se desenvuelve el godello de Valdeorras a nivel internacional? Ya sea desde los sectores más afines al “parkerismo” o  desde los sectores más críticos con el afamado Gurú del vino, existe unanimidad al ensalzar y premiar la calidad y excelencia de los blancos D.O. Valdeorras;  materializando éstos elogios en multitud de premios y reconocimientos que llegan, año tras año, desde multitud de países con fuerte cultura y tradición vinícola.

A nivel nacional los mejores centros de hostelería y restauración cuentan con Godellos de Valdeorras en sus bodegas. La variedad autóctona de Valdeorras está recibiendo tal prestigio entre los especialistas que son diversos los estudios realizados sobre el Godello, llegando incluso a exportarla a otras zonas peninsulares para intentar reproducir la magia de su elaboración, sin valorar en su justa medida el importante concepto de “Terroir”.

Para concluir, y retomando el hilo inicial, sólo invitaros a que perdáis el miedo de apostar por un producto de enorme y contrastada calidad, los vinos blancos españoles.  Aconsejándoos entre ellos, y sobre todo para aquellos que no los conozcáis, los godellos de Valdeorras, por medio de los que podréis disfrutar de todo el sentir de una tierra.


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