Llega el entroido a Valdeorras y con él una fecha en la que la fiesta, la gastronomía y el vino son los protagonistas. Para que conozcas un poco mejor su tradición y te animes a visitar la comarca, hoy queremos centrar nuestra crónica en un artículo de Pepo Paz Saz publicado en el diario El mundo, en su sección el Mundo Viajes, y que describe con detalle lo más salientable que te ofrece esta comarca en tan señaladas fechas.
Reza así:
“Febrero es tiempo de Carnaval - en Galicia se le llama Entroido - y en Valdeorras es, además, el momento de podar las cepas. Como para todo hay que tener maña, será tarea de los más mayores y experimentados decidir la vara que deberá dejarse crecer hasta dar fruto. Dice el pueblo «cáveme quien quiera, pódeme quien sepa». Pues manos a la obra.
Si se acercan a Valdeorras en febrero, a lo más tardar en marzo, verán a la gente afanarse en un horizonte pespunteado por hileras de viñas cortando y apilando sarmientos.
Octubre y noviembre son rojos, el final del verano verdea al amarillo, la primavera rompe al verdemar. ¿Y el invierno? Es el Entroido, en sus variantes más o menos tradicionales. A dos pasos de A Rúa, en Viana do Bolo, como en Vilariño de Conso, el personaje principal de la celebración será el Boteiro, figura alegórica de máscara enorme y derroche colorista.
En Manzaneda, hasta donde la gente acude para esquiar, también resuena el Carnaval: la Mázcara, la mula y el boi (buey) recorren las callejas, las comparsas animan con sus puyazos canturreados y la androlla alienta el festín en las mesas. Es el comienzo de la Cuaresma.
Cuentan que el paisaje de viñedos valdeorrés se lo inventaron los romanos: por el valle atravesaba la Vía Nova que unía Braga con Astorga, además de otras calzadas secundarias. Restos de su presencia quedan desperdigados por todo Valdeorras: el magnífico puente de A Cigarrosa, entre A Rúa y Petín, los de Rodeleira, Córrego y Candís, entre otros; el mosaico de A Cigarrosa, el ara de Viloira; pero, sobre todo, la lápida situada en una vivienda particular en A Rúa Vieja, frente a la iglesia de San Esteban, tal vez la primera muestra escrita que da señal de este cultivo en la Galicia romanizada.
En Xagoaza hay un antiguo monasterio benedictino que visto desde la altura de los viñedos que lo circundan, simula extraído de algún largometraje. Parece ser que sólo fue una despensa de los poderosos monjes de San Pedro de Montes, en el Bierzo, y luego de la Encomienda de Quiroga, de la Orden de San Juan de Jerusalén.
No importan ahora mucho estas disquisiciones sobre su pasado. Interesa más la curiosa iglesia románica de San Miguel Arcángel, con sus canecillos eróticos en el ábside, y las instalaciones que la bodega Godeval utiliza en su rehabilitado interior desde 1988.
No muy lejos, el río Bibei se abarranca de manera espectacular y nos ofrece, en un horizonte aterrazado de piedra y viñedos, la silueta del Santuario de As Ermidas.
As Ermidas ha sido uno de los centros de peregrinación tradicionales del barroco y la espiritualidad gallega. Y aún lo sigue siendo, en especial durante el Vía Crucis del Viernes Santo. Aunque hay otro lugar que también convoca emociones, pero por otras razones: es la tejera de Casaio, el mayor bosque centenario de tejos de España, situada a caballo entre las provincias de Ourense, Zamora y León, en el camino la comarca de La Cabrera leonesa”.
La gastronomía, de la que os hablamos con asiduidad en este blog, alcanza su máxima expresión en estas fechas y así lo corrobora el texto de Pepo:
“Valdeorras es la tierra del «botelo», un embutido derivado del cerdo. Se celebran fiestas en su honor con cierta regularidad, así que debemos pensar en una gastronomía rica y de fuerte contenido calórico: cocido valdeorrés, caldo, chorizos, lacón. También truchas y caza mayor, en especial jabalí, corzo y ciervo. Y de postre, las castañas glaceadas, las filloas de sangre de cerdo, roxois y tortas de chicharrones. En los postres acompañar por un pocillo de queimada o de cuturrús”.
En adicción, desde la madre del vino unimos a esta recomendación de postre: el indispensable acompañamiento de los licores que producen las bodegas DO Valdeorras – Licor Café, Licor de Hiervas, Crema de orujo – y el vino tostado DO Valdeorras, una tradicción ancestral recuperada para hacer las delicias del comensal más exigente.
Toda esta gastronomía se acompaña de unos de los vinos más de moda en el panorama vinícola internacional, los caldos DO Valdeorras. Y, ya sean los blancos de godello, como los tintos de Mencía o de Garnacha, vendrán a reafirmar la máxima que ratifica a los vinos DO Valdeorras como “la revolución enológica del Siglo XXI".
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